Con cariño y nostalgia recuerdan muchos aquel parque frente a la Alameda Zaragoza, que durante tres décadas acogió al beisbol de la localidad.
Frente a la Alameda Zaragoza, durante tres décadas, el Estadio Saltillo fue uno de los parques deportivos más importantes de la ciudad, pues cobijó los partidos de la Liga Municipal y otros encuentros de exhibición, incluso de la Liga Mexicana de Beisbol.
Fue el gobernador Manuel Pérez Treviño quien, sin mayores trámites, donó un predio frente a la Alameda Zaragoza para que se construyera el segundo parque bardeado de la ciudad.
“Aquello era un peladero, pero con el entusiasmo y arduo trabajo de la Liga Municipal, pronto estuvo óptimo para ser inaugurado como Parque Deportivo Ignacio Zaragoza”, comenta el periodista Enrique Abasolo en el libro “Saraperos: Los primeros 50 años de una gran historia”.
Como anécdota, fue en este parque, en 1928, al inicio de la cuarta temporada de la Liga, donde la esposa de Francisco “Quico” Sánchez Aguirre, Cristina Witt, donó las primeras almohadillas reglamentarias, confeccionadas por ella misma.
El Parque Ignacio Zaragoza llegó al final de sus días en 1936. Sin embargo, dio paso a la construcción, en el mismo lugar, del Estadio Municipal Saltillo, que “tuvo un papel más trascendente y versátil en la vida de la comunidad”, cuenta Abasolo.
El Estadio Saltillo se inauguró el 20 de noviembre de 1937 con un juego de la Liga Mexicana de Beisbol entre los Alijadores de Tampico y los Agrarios de México.
“En sus tres décadas de vida, el Estadio Saltillo albergó desde juegos de futbol americano (complicados por la presencia de un montículo de picheo a mitad de la “cancha”) hasta caravanas artísticas, como la histórica y muy rememorada presentación de Pedro Infante en esta ciudad, en 1955”, explica Abasolo.
En el mismo libro conmemorativo, realizado por Saraperos y el periódico Vanguardia, el cronista de la ciudad, Armando Fuentes Aguirre “Catón”, recuerda con cariño al viejo Estadio Saltillo y al equipo que muchas satisfacciones les dio a los saltillenses: los Pericos.
“Era un equipo muy querido por la gente y jugaba en el viejo Estadio Saltillo. Era un estadio modesto con el campo de tierra, de manera que a veces se levantaba un remolino de polvo y el ampáyer, que era un señor a quien apodaban ‘La Trucha’ Gutiérrez, tenía que pedir ‘¡Time!’ hasta que el polvo se disipara y pudieran verse otra vez los jugadores unos a otros, entonces, con gran prosopopeya y con gran solemnidad, ‘La Trucha’ Gutiérrez volvía a decir ‘¡Play ball!’, y se reanudaban las acciones para, quizá, minutos después, volviera a levantarse el polvo. Eran juegos que yo disfrutaba con una emoción enorme”, cuenta en entrevista con el periodista Carlos R. Verástegui en la publicación.


